¿Maldita? No lo creo (LIBRE)

Aquella mañana había excursión a Hogsmeade. Lo cierto es que no tenía el permiso de mi abuela para ir, pero sin saber aún cómo conseguí burlar la vigilancia de McGonagall y colarme en el grupo de estudiantes que iban al pequeño pueblo.
Hacia frío y yo llevaba mi chaqueta y mis guantes puestos. Había salido corriendo por lo que se me había olvidado el gorro y ahora notaba mis orejas hechas dos témpanos de hielo. Caminé tranquila y me separé del grupo en cuanto llegamos al pueblo. Odiaba tener que ir con todos los demás, no me gustaban las aglomeraciones de gente y mucho menos de adolescentes hormonados. Sonreí ante esa idea.
Caminé con calma hasta el camino de nieve que llevaba a la Casa de los Gritos. Pese a que aquel lugar causaba estupor en todos mis compañeros de colegio, a mi me parecía un lugar de lo más interesante y si no ocurría nada en un rato me pensaba adentrar yo sola, seguro que había algo en aquella casa que desvelaría el misterio o que la haría aún más misteriosa, pero si no iba no lo sabría.
Caminé con cuidado de no resbalar hasta la barandilla que me separaba de la pequeña construcción y me dejé caer en el suelo sentada y cogiéndome de las piernas. Mis ojos azules estaba clavados en aquel lugar, y cuando algo entraba por mis ojos era difícil que saliera.

Las salidas a Hogsmeade no era precisamente una de mis grandes pasiones. Aunque era un pueblo bonito, la aglomeración de estudiantes lo hacía mucho más ajetreado que de costumbre. Y sinceramente, yo prefería la tranquilidad que daba un lugar poco frecuentado que Las Tres Escobas, por ejemplo. Me acerqué al Cabeza de Puerco, pero parecía que ese día también había gente por allí. El hecho de que sirvieran Whisky de Fuego supongo que motivaba a según qué estudiantes.
Así que me dediqué a caminar por el pueblo, bien abrigado, ya que hacía algo de frío y algunos senderos estaban cubiertos de nieve. Después de un par de vueltas decidí acercarme a la Casa de los Gritos. Aquél lugar me llamaba la atención, y había estado tentado a entrar más de una vez, pero nunca había llegado más allá de la puerta.
Cuando tuve delante delante, suspiré levemente y me apoyé en la barandilla. En ese momento me percaté de que no estaba solo...

Soplé aire caliente en mis manos ya que pese a los guantes notaba como estaban en proceso de congelación. ¡Maldito frío! Aunque siendo sinceros prefería el frío al calor, el verano no me gustaba nada.
Escuché unos pasos pero ni siquiera me giré a ver quién era, si le conocía ya se molestaría en hablarme. Pero no me iba a hablar porque parecía que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Levanté la mirada y me encontré con Mark. Tenía suerte de que me hubiese tocado un Slytherin guapo en vez de un Hufflepuff atontado.
Me levanté del suelo y sacudí mi ropa de nieve para clavar mis ojos en el chico.

- ¿Pensabas ignorarme o es que pensabas en otra cosa Rosier? -dije irónicamente pero a la vez divertida.

Me di cuenta de que no estaba solo cuando noté que alguien se levantaba cerca de mí. Fijé mi mirada en la persona que había llegado allí antes que yo y me percaté de que la conocía. Nahla Adams, una Ravenclaw con la que me llevaba bastante bien. Sonreí escuchando lo que me decía.
- No, a decir verdad no te había visto -murmuré encogiéndome de hombros, al tiempo que me acercaba a ella -Dudo mucho que alguien fuera capaz de ignorarte -la miré, sonriendo levemente- ¿Cómo estás? -pregunté mirándola, antes de que mi mirada se perdiera distraídamente en la casa, que se alzaba tenebrosa y misteriosa ante nosotros.

Le miré con una sonrisa pícara y después volví mi mirada a la casa de los gritos mientras escuchaba lo que decía. Al parecer aquella casa le llamaba la atención tanto como a mi.

- Pues escapando de las aglomeraciones.-dije sonriendo.- ¿Y tú?

Lo cierto es que me alegraba de tener compañía. Mark me gustaba y era solo una persona, no la multitud que venia de Hogwarts.

- Esa casa es realmente fascinante. Me pregunto que habrá dentro...-dije pensativa.

De hecho me moría de ganas de verlo con mis propios ojos y seguramente de aquel día no pasaba que viese su interior.

Sonreí levemente al ver su sonrisa pícara, pero no dije nada al respecto. Observé que su vista se dirigía al mismo sitio que la mía: la misteriosa casa delante de nosotros.
-Lo mismo -respondí cuando preguntó - Las visitas a Hogsmeade son una auténtica locura -musité encogiéndome de hombros nuevamente. Yo no era una persona excesivamente sociable, pero tampoco solitaria.
La miré con curiosidad cuando dijo que se preguntaba qué habría dentro de la casa. Con una sonrisa retadora salté la pequeña verja de entrada, y la miré.
-¿Por qué no entramos y lo descubrimos? -dije a modo de desafío, con una sonrisita traviesa.

Sin apartar mi mirada de la casa sonreí ante su contestacion. En ese manera de pensar lo cierto es que ambos nos parecíamos, a ninguno de los dos nos hacían gracia las aglomeraciones que siempre había en las visitas a Hogsmeade.
Me aparté un poco para dejarle saltar la verja y clavé mis ojos en los de él con diversión cuando me propuso ir a la Casa.

- Pensaba que no me lo pedirías nunca.- dije riendo.

Puse un pie en la verja para saltarla y mi otra mano en el hombro del chico para coger impulso y aterricé agilmente en el otro lado de la verja. No se podía cruzar, pero a mi las normas nunca me habían gustado.
Caminé un par de pasos. Habia un pequeño camino hasta llegar a aquella casa. Me giré para mirar al chico con una media sonrisa.

- ¿Vamos señor Rosier? -dije bromeando

Mi mirada seguía clavada en la casa, que me producía curiosidad y respeto al mismo tiempo. Aunque en realidad no estaba demasiado preocupado, ya que lo que fuera que pasara allí seguramente no pasaba a plena luz del día. La miré sonriendo cuando dijo que pensaba que no se lo iba a pedir nunca.

La seguí con la mirada hasta que saltó la verja, y le dediqué una sonrisa retadora. Dejé que se adelantara unos pasos, examinando la casa. La única entrada era la tenebrosa puerta en la que terminaba el camino de entrada. Sería de lo poco que quedaba intacto en esa casa.
-Por supuesto, las damas primero -dije con una sonrisa maliciosa caminando hacia ella- A no ser que tengas miedo, entonces yo no tendría inconveniente de ir delante -añadí con una sonrisa divertida.

Miré al chico divertida cuando me dijo aquello y después cambié la mirada a una retadora y pícara que se mezclaba mientras le miraba sonriendo de lado.

- ¿Miedo? -dije riendo.- Quizá eres tú el que tiene miedo de que se le caiga la casa encima.-le saqué la lengua.

Caminé poniéncome delante de él. La casa me llamaba todo lo que una cosa podía captar mi atención. A la luz del día nunca pasaba nada, pero había algo que por la noche hacía que fuera famosa. Me parecía realmente fascinante.

- Creo que en este lugar lo más peligroso soy yo míster Rosier.-dije sonriendo mientras seguía caminando.

Reí negando con la cabeza cuando dijo que quizá tuviera miedo de que se me cayera la casa encima - En el estado en el que está no me extrañaría nada -dije aceptando su reto y caminando detrás de ella, sin perder el paso. Examiné de nuevo la casa. No podía negar que era fascinante.

Reí cuando dijo que lo más peligroso del lugar era ella -Ja, eso lo dudo -dije mirándola fijamente- Estás muy lejos de darme miedo -sonreí guiñándome un ojo poniéndome a su altura. Me quedé mirando alrededor. En efecto, esa casa parecía que se iba a caer a pedazos. Pero si había aguantado hasta ahora podía aguantar mucho tiempo más.

Reí cuando escuché que no le extrañaría que la casa se le cayera encima, lo cierto es que se caía en pedazos. Observé las ventanas tapadas con maderas y la puerta cerrada, parecía que ocultara algo.

- Sería una lástima que se estropeara esa cara tan bonita que tienes por una casa en ruinas.-dije divertida.- No me lo perdonaría nunca.

Seguí caminando mientras escuchaba lo que decía sobre mi comentario. La verdad es que no creía que le fuera a dar miedo, siempre conseguía lo que quería por mi cara de niña buena y no precisamente de demonio.

- ¿A no? -dije mirandole fijamente.- ¿Y eso por qué? -dije riendo.- No deberías fiarte de las apariencias pequeño Slytherin ingenuo.

Sabía que mi estatus de sangre muggle no me dejaba hacer segun que cosas con los slytherin, pero a mi me daba igual, me sentía orgullosa de ser como era y si a él le hubiese molestado se hubiera ido ya.

Sonreí desviando la mirada de forma distraída cuando dijo que sería una lástima que se estropeara mi bonita cara -No te preocupes, si esto ha resistido tanto tiempo aguantará un poco más -murmuré cuando casi habíamos llegado a la puerta. La examiné despacio. Estaba seguro que de una pequeña patada podría abrirse. Así que no tendríamos que tener mayores problemas para abrirla con la magia.
La miré con una sonrisa traviesa cuando dijo que no debía fiarme de las apariencias -No lo hago... De hecho estando en Slytherin sería un estúpido si me fiara de las apariencias -murmuré pensativo, con aire distraído.
Saqué mi varita, apuntando hacia el suelo -¿Haces los honores? -dije señalando la puerta con la cabeza.

Miré al chico y después asentí mientras desviaba la mirada. Más nos valía que aquella casa aguantara, aunque pese a todo, parecía bastante resistente a pesar de su chapucera estructura.

- Eso espero, no quiero morir enterrada debajo de un monton de escombros.-dije riendo.

Finalmente llegamos a la puerta. Tenía razón, los Slytherins no eran precisamente de apariencias, aunque aún no sabía que hacía un Slytherin limpio conmigo, pese a eso, prefería no pregunta.

- Será un placer Mr Rosier. ¿Quiere que sea suave o a lo grande? -pregunté irónica.

Me acerqué un poco más a la puerta notando como la madera crujía debajo de mis pies. Susurre "Alohomora" y la puerta se abrió suave y delicadamente. Me giré hacia Mark satisfecha.

- Las damas primero.-dije refiréndome a él.

Asentí cuando dijo que no quería morir enterrada debajo de un montón de escombros -Yo tampoco, sería horrible y poco heroico -reí levemente mientras esperaba que se decidiera a abrir la puerta.
-Guarda fuerzas, quién sabe qué monstruo nos espera dentro -susurré en tono misterioso cuando preguntó si quería que fuera suave o a lo grande. Finalmente se decidió por abrir la puerta. El interior de la casa parecía peor que la propia fachada. Sonreí levemente. Iba a decir algo cuando ella dijo "las damas primero" y yo sonreí burlonamente.
-Tienes razón, es mejor que vayas detrás, así puedo protegerte, debilucha -reí entrando en la casa y mirando alrededor. Una espesa capa de polvo cubría el suelo, y yo diría que hasta se sentía al respirar.

Sonreí a su descripción de morir enterrado, la verdad es que tenía razón así que no se lo cuestioné. Miré a nuestro alrededor, aquella casa estaba en pésimas condiciones y parecía que con un soplo de aire fuera a caerse.

- ¿debilucha eh? -dije girándome para mirarle.- Ten cuidado que no te atrape el monstruo a ti y yo me haga la desentendida.-dije riendo.

Seguí caminando hasta llegar al hall de la entrada. De allí salían unas escaleras que llevaban a la parte de arriba. ¿Que deberíamos mirar antes? Me giré a mirar a Mark.

- ¿Planta superior o inferior protector de la humanidad? -dije bromeando.

Sonreí encogiéndome de hombros cuando dijo que tuviera cuidado de que no me atrapara el monstruo porque ella podía hacerse la desentendida.
-No hay ningún monstruo aquí -murmuré, sin estar del todo seguro. Todo estaba demasiado tranquilo y no parecía moverse absolutamente nada allí, aparte de nosotros dos.
Observé que Nahla miraba las escaleras. ¿Sería mejor subir primero? Sonreí levemente cuando ella lo preguntó.
-Creo que es mejor idea mirar abajo primero -dije encogiéndome de hombros- No me gustaría dejar abajo algo que luego pueda cortarme el paso -añadí misteriosamente, con un brillo de malicia en mis ojos, como pretendiendo asustarla.